EL SISTEMA EDUCATIVO Y EL CAMBIO SOCIAL
Aproximaciones para una crítica del cambio social en la teoría de Talcott
Parsons.
Por Víctor Alfonso Agudelo
Como
citar este artículo:
Agudelo,
V. (14 de septiembre de 2008). Sociología fundamental. Recuperado el 05
de noviembre de 2012, de
http://sociologiafundamental.blogspot.com/2008/09/el-sistema-educativo-y-el-cambio-social.html
“el sistema educativo requiere
de sus propios objetivos y funciones, y de una lógica interna y autonomía
relativas…. La función propia de la escuela es la inculcación –apropiación del
arbitrario cultural de clases o grupos sociales determinado en forma de
conductas, saberes y disposiciones durables”.
(Gustavo Téllez Iregui, 2002[1]).
El desarrollo teórico de
Talcott Parsons se convirtió, en su momento, en uno de los “hitos” más
influyentes en el progreso de una Sociología que pudiera reconocerse como contemporánea.
Se llega al punto de considerar a Parsons como el punto de ruptura de la teoría
social con la sociología clásica desde Durkheim, Marx y Weber. No obstante, la
teoría parsonsiana ha sido, desde su propio surgimiento, fuertemente criticada
por otros teóricos que la consideran “incompleta” o completamente “abstracta”.
Esto al realizar un esfuerzo analítico por recoger dentro de su
conceptualización todas las formas posibles del “funcionamiento” de las
sociedades. Así, la teoría estructural-funcionalista implementada por Parsons,
supone un sistema social generalizador desde el cual se pueda partir
para un análisis posterior de sistemas “empíricos concretos”. Con todo, la
teoría parsonsiana deja de lado algunos aspectos empíricos propios de los
sistemas sociales contemporáneos que, difícilmente, pueden ser estudiados a su
luz. Uno de ellos, la teoría del cambio social.
En estos términos,
estudiaremos la forma en que el autor articula los diferentes componentes del
sistema social (cultura, sociedad y personalidad) de tal manera que queda
restringida completamente, dentro del marco de dicha teoría, la formas en que las
sociedades contemporáneas desarrollan procesos de cambio que, si bien
pocas veces estructurales, si sus “coyunturas” reorientan las más de las veces
el orden social propiamente dicho. Y miraremos, además, la forma en que el sistema
educativo más allá de cumplir una “función” estrictamente de reproducción
de las pautas normativas del sistema cultural, puede desarrollarse también como
un factor garante dentro de las vías del cambio social.
***
Partimos con Parsons, pues,
del hecho de considerar a los actores sociales como individuos sujetos a
procesos de aprendizaje, defensa y ajustamiento. A través del aprendizaje
el actor internaliza “nuevos elementos de orientación de la
acción, nuevas orientaciones cognitivas, nuevos valores, nuevos objetos y
nuevos intereses expresivos” (Parsons, 1976: p.195[2]).
Así, con este “nuevos” Parsons nos remite a considerar el mecanismo del
aprendizaje “más allá” de los primigenios procesos de socialización en el niño;
aun más, sugiere que el aprendizaje, lejos de este cerrado ciclo vital,
prevalece en la vida del actor ante situaciones de adaptación o cambio. Hay
aquí un primer elemento. Ahora bien, los mecanismos de defensa y ajustamiento,
no obstante su función de orientar y re-orientar las pautas de valor y los
conflictos de la personalidad, terminan por materializarse en subcategorias de
un proceso más amplio, el del aprendizaje ya nombrado.
Continuando con la
argumentación de Parsons, el “acto unidad” (actor- situación), en cuya fórmula
analítica se resumen los procesos del sistema social, contiene en sí
mismo las disposiciones de los actores al ajustamiento frente a las
expectativas de su alter. De esta forma, Parsons encasilla el acto
unidad en una orientación permanente del actor hacia la gratificación de sus
propias expectativas y en el ajustamiento a las expectativas del aller y sus
disposiciones de necesidad dadas. En tales términos suscribe este autor la
tendencia de los sistemas sociales a la estabilidad. De aquí en adelante
el sistema lógicamente articulado (estructural-funcional) le da un carácter
“hermético” al sistema social que solo es vulnerable, cuanto mucho, a agentes
naturales del “medio”.
Lo anterior sugiere que, a
través de las pautas de orientación de valor internalizadas en el proceso de
socialización y, en general, en los mecanismos de aprendizaje, el sistema
social produce unos esquemas culturales que orientan el “acto unidad” mismo
hacia la representación de la estructura social establecida.
Afirma Parsons, además, que
cualquier tendencia particular a alejarse de las pautas de orientación moral y
culturalmente establecidas, ha de considerarse como una “conducta desviada”,
que de fortalecerse, puede atentar contra la estabilidad misma del sistema.
Para el autor, estas conductas solo pueden caber dentro de dos marcos: el delictivo
y el patológico, a cuya presión responde el sistema establecido con unos
“mecanismos de control social”. Mecanismos éstos que tienen como función
“motivar a los actores para que abandonen su desviación y vuelvan a la
conformidad” (Ibíd. p.197); algo que podremos llamar sin problemas reorientación
o resocialización del actor.
Para efectos del presente
trabajo, no nos detendremos en lo que Parsons denomina “los mecanismos de
socialización” dado que conocemos de antemano, que su función (la de
internalizar en el actor las pautas de orientación y las motivaciones catetico
evaluativas, para integrarlo dentro del sistema como un actor funcionalmente
activo) puede ser igualmente funcional en un proceso de reorientación de las
pautas de valor culturales dentro del sistema (procesos de cambio social).
Con lo expuesto, afirma
Parsons pues que, al ser consecuente con el ordenamiento lógico del sistema
social, a través de cuyos mecanismos de socialización se reproducen las pautas
de orientación valorativas generalmente establecidas, “resulta que la
combinación de las pautas que se adquiere debe ser en una considerable
proporción una función de la estructura fundamental de los roles y los
valores predominantes del sistema social” (Ibíd. p.217) [el subrayado es
mío]. En pocas palabras, que el sistema social mismo reproduce en sus actores
las pautas funcionales para su estabilidad. Empero, como el mismo Parsons lo
dice (pese a no desarrollarlo detenidamente), el hecho de que dichas pautas
sean reproducidas en una considerable proporción y NO totalmente,
es precisamente el factor que devela el carácter “dinámico” de todo sistema
social (o por lo menos, de los sistemas sociales contemporáneos).
El problema fundamental es que
Parsons considera esas mínimas proporciones restantes (como ya lo anotábamos)
como simples desviaciones del sistema, con tendencia a autocorregirse.
Lo básico acá es anotar que no todas las perspectivas de actores sociales que
van en contra de las pautas socialmente generalizadas pueden considerarse como
delictivas o patológicas[3].
Para darle viabilidad lógica a
su desarrollo analítico del sistema social, Parsons asegura que si bien lo
esquemas morales y pautas de la orientación catetico-evaluativas que reproducen
el sistema social a través de la socialización, son un mismo esquema
generalmente compartido, la personalidad internalizada por el individuo no va a
ser la misma para todos los casos, y sus diferencias radicaran básicamente en
la distinción de sexo y en las condiciones de status-rol adoptados en el
sistema mismo; por lo demás, las pautas reproducidas por el sistema social son
exactamente iguales para todos.
Queda claro pues que, dentro
de la teoría parsonsiana, los esquemas y pautas orientativas de la personalidad
son aprehendidas fundamentalmente en el ámbito familiar y en menores
proporciones (!) en el sistema educativo: “partimos del supuesto de que toda
primera y normal socialización de los niños se produce dentro del contexto de
la familia, aunque a menudo, como las escuelas y los grupos de iguales” (Ibíd.
p.218). Con esto, la posibilidad para que el actor reproduzca “esquemas” o
pautas de orientación (conductas desviadas [¿?]) diferentes a las
proporcionadas por el sistema social, quedan totalmente descartadas. Y lo anoto
precisamente en este punto porque considero que son el subsistema educativo
y el entorno social diferente a la familia, los agentes motores en la dinámica
en los sistemas sociales contemporáneos[4]
de las primigenias “disposiciones alienativas”, cuyo enclave en la
personalidad, al hacerse “masivo”, genera los incipientes cambios coyunturales
del sistema social[5].
Pero antes de entrar en
discusión sobre la tendencia o no de los sistemas sociales hacia la estabilidad,
miremos como desarrolla el mismo Parsons las posibilidades analíticas, dentro
de su teoría, para un proceso de cambio en los sistemas sociales.
***
Advierte de entrada el autor,
que debe entenderse como un “sistema social que mantiene sus limites”, aquel
que se desarrolla en “consonancia” con las pautas naturales del medio ambiente
mismo que lo rodea, “sea esta constancia estática o móvil” (Ibíd. p.446).
Esto es, que cualquier tipo de cambio social que sea producido por condiciones
naturales del medio, no afecta la estructura funcional de pautas morales y
culturales del sistema; así, el sistema sufrirá un cambio puramente adaptativo,
y cualquier “tensión” que surja en el proceso interactivo del acto-unidad, es
corregido por los mecanismos de integración del sistema: éste (el sistema
social) “pone en marcha siempre procesos que re-equilibran” (Ibíd.
p.455) [el subrayado es mío].
No obstante, una excepción o
ese proceso de re-equilibrio estaría dado, según Parsons, por “la
institucionalización de la investigación científica”, cuya principal consecuencia
está en el ataque constante a las estructuras cognitivas del sistema cultural.
A esta “tensión” entre el desarrollo de la ciencia y los esquemas tradicionales
de al cultura, que, entre otras cosas es uno de los principales factores en las
dinámica de los sistemas sociales, Parsons la encaja en su teoría de la
siguiente manera! “(…) el equilibrio de los procesos sociales adopta la forma
de un equilibrio moviente, no de un equilibrio estático” (Ibíd.
p.455) [el subrayado es mío].
Ahora bien, la estructura misma
de las sociedades modernas y su desarrollo histórico, nos dan pie para pensar
–aun con Parsons- en condiciones difícilmente probables para que un sistema
social modifique su estructura de una manera “brusca” y, además, radical.
Empero, si de lo que se trata es de poner en contexto histórico, y aun mas,
empírico la teoría parsonsiana –y tal es el caso-, diríamos que la simple
categoría de “equilibrio moviente” que utiliza Parsons para tratar la
“dinámica” real y concreta de los sistemas sociales modernos, sigue siendo
todavía incompleta. Con todo, Parsons apunta a decir que una tención
empíricamente comprobable en algunas de los subsistemas puede representar tal
presión en el sistema, que lograría orientar este hacia un cambio estructural
(Ver, p.457).
Entonces ¿puede o no una
tensión coyuntural que ataque pilares fundamentales del sistema social (llámese
tención entre el desarrollo de la ciencia y los esquemas culturales
preestablecidos), sentar las bases de un cambio estructural en el sistema
mismo?
Dentro de la hipótesis que
estamos manejando en este trabajo, tal fenómeno solo podría darse dentro del
marco de los mecanismos de aprendizaje, es decir, del subsistema
educativo. Si Parsons afirma que “un cambio en la tradición cultural puede
ser perpetuado y servir de base para nuevos cambios” (Ibíd.p.461), no
nos quedaría más por decir que el cambio en la tradición cultural solamente lo
reproducen los mecanismos de socialización.
***
De paso tendremos que decir
que fenómenos como el del desarrollo acelerado del mercado mundial
(globalización), los desarrollos vertiginosos de políticas e ideologías
“expansionistas”, la incursión de veedores en conflictos políticos bilaterales,
etc. Han logrado que, durante la última mitad del siglo XX y lo que va del XXI,
la existencia de sistema sociales cerrados, que “mantienen sus límites” y que
generen procesos de reequilibrio pasados los procesos de crisis y tención
producidos por agentes externos, ha dejado de ser más la regla que la
excepción. Este sería uno de los principales argumentos en contra de Parsons.
El mismo Parsons asume
deliberadamente el hecho de ver en sus análisis un cierto “determinismo
histórico” (en el buen sentido del término), por cuanto considera que sus
herramientas sociológicas aun no están completamente desarrolladas para
comprender algunos procesos del sistema social; y con respecto a las
posibilidades fácticas del cambio social afirma:
“tenemos, pues, la certidumbre
virtual de que hay un factor inherente de la dirección general del cambio en el
proceso de racionalización, y la probabilidad de que haya un factor
independiente al menos parcialmente en el proceso de desarrollo de los sistemas
de simbolismo expresivo” (Ibíd. p.463). la argumentación sigue
guiándonos hacia la hipótesis manejada.
Algo que debe quedar muy claro
en este punto es el doble carácter socializador que el subsistema educativo
presenta: por una parte, y hablando en términos reales y concretos sobre las
naciones latinoamericanas, pero en especial sobre Colombia, la Escuela
responde al perfil legislativo de su institucionalización, es decir, a la forma
en que legalmente organiza el Estado los “planes educacionales” como respuesta
a una priorización de necesidades políticas, económicas, sociales, éticas,
etc., tanto a nivel nacional, como de proyección internacional (respuestas al
mercado laboral, científico… internacional): el Estado “forma” a sus ciudadanos
de acuerdo con sus propias expectativas[6];
pero, por otro lado, las pequeñas dosis de “autonomía educacional” o de
“libertad de cátedra”, abre muchas posibilidades dentro del campo de la
socialización del individuo. Posibilidades que lo guían, no solamente en la
libertad para elegir la forma de integrarse funcionalmente al sistema
(Parsons), si no también, posibilidades que le permiten generar un sentido
crítico frente al sistema al que le es preciso integrarse.
No obstante, las opciones que
muestra este doble carácter de la educación, que de acuerdo con sus
características podría ser propio de un Estado democrático, son la mayoría de
las veces manipulado por fuerzas político-ideológicas que tienden a dividir
radicalmente la población civil (separatistas y centralistas, izquierdistas y
derechistas, por colocar algunos ejemplos): “la ideologización es una parte
central de la socialización. Mediante la socialización los individuos e
integran a un grupo en sus formas de vida. Y uno de los capítulos importantes
de la integración a un grupo es compartir la forma de pensar acerca de las
instituciones sociales (familia, economía, política). Pero en la escuela a
parte de reinar espontáneamente la ideología dominante, se transmiten
ideologías orientadas políticamente” (Taberner. 1999, p.113)[7].
Con esto, el sistema educativo
está sujeto a las determinaciones de los “poderes” en vigencia, y tal
consideración cierra las posibilidades abiertas de antemano por la educación
misma[8].
Empero (“bien” o “mal” no cabe dentro de nuestras consideraciones
sociológicas), esta lucha de “poderes” toma tanto más fuerza cuanto más
autónomo se va haciendo el sistema educativo.
En la enseñanza “básica” se
tienen unos estándares básicos que, en teoría, obedecen a la forma de socializar
al individuo de acuerdo con las necesidades priorizadas por el estado;
en la “medida” se empieza a dar un esguince entre la “arbitrariedad” de la
educación y la perspectiva del socializando (Parsons considera esto de forma
indirecta); pero, en la “educación superior” , el individuo ya es considerado
como un “sujeto políticamente activo”, es decir, se le tiene en cuenta por sus
posibilidades de elección dentro de un abanico de orientaciones políticas,
ideológicas, etc. Es en este momento donde se da un paso “más allá” dentro de
las consideraciones del cambio social estudiado por Parsons. Miremos
Ya habíamos dicho, con
Parsons, que una posibilidad fuerte del cambio social estaba dada en la
“tensión” constante entre el desarrollo científico y la tradición cultural.
Pues bien, en una gran sociedad en la que, como la colombiana, los desarrollos
de la ciencia y de la técnica “utilitarista” (en el buen sentido del termino)
son acordes con el progreso de su sistema educativo, y que, por este
mismo hecho, las diferencia sociales y políticas se hacen cada vez más
marcadas, vemos que son los desarrollos de la ciencia social y de la ciencia
política como “ideologías” (en términos parsonsianos), los que entran en
conflicto (tensión) con la tradición cultural misma; en otras palabras: a
través de la historia colombiana se ha ido haciendo cada vez mas marcada una
tensión de la cultura consigo misma, un problema de “identidad” del individuo
con su realidad desde los primigenios procesos de socialización en la familia[9]
y en la escuela. Así, para el momento en que el individuo aparece ante la
sociedad como dispuesto a integrarse, las pautas normativas internalizadas se
hacen débiles y el individuo mismo queda vulnerable a los ataques de las
“ideologías políticas” en disputa.
Así entonces, en el “sistema
social” colombiano las posibilidades para que el actor genere formas de cambio
social, son “coartadas” deliberadamente por los Poderes mencionados.
Ahora, si consideramos al sistema
educativo como una posibilidad fáctica para dar camino a los procesos de
cambio social, ¿Qué pasa, pues, con una Escuela que históricamente poco
o nada ha contribuido con el desarrollo de una racionalidad “más allá” de la
puramente instrumental? ¿Cabe la posibilidad de pensar, al interior de las
aulas, un individuo éticamente socializado que 1) oriente su acción de
acuerdo con las pautas culturales establecidas, y más aun 2) contribuya críticamente
con el “develo” en la “funcionalidad histórica” de las mismas? Tal sería el
papel de un individuo que, socializado “correctamente” (en los términos de la
socialización según Parsons), tenga el criterio de entender su sociedad en la dinámica
real y concreta de la modernidad.
El problema fundamental en
este punto es que, la disfuncionalidad de la Escuela, en estos términos,
obedece a que “ella dejó de organizarse de acuerdo con los cuadros sociales
existentes [factores reales de poder] y sus necesidades realmente sentidas,
para ser manejada como instrumento por los poderes públicos para imponer su
voluntad a la sociedad y la nación” (Acevedo, 1987: p.244[10]).
A esto cabria agregar los poderes “insurgentes” que se disputan con el Estado
las cabezas de millones de ciudadanos, para quienes está completamente “vetada”
la apropiación de ideologías diferentes a las “en boga”. Con todo, se le niega
al sistema educativo sus facultades como mecanismo socializador y de
cambio social.
Ahora bien, siendo consecuente
con el desarrollo analítico de Parsons a la par con las posturas de la moderna
psicología diríamos que: la estructura básica de la personalidad se internaliza
en el individuo durante los primeros años de la infancia y se modela en menores
proporciones (aunque de igual forma considerables) a lo largo de la vida. Sin
embargo, el análisis Parsonsiano está sujeto al tipo de familia “nuclear”
económica e ideológicamente estable de la sociedad norteamericana de los “años
dorados”. Proceso de socialización que, además, se complementaba con un sistema
educativo racional-instrumental sustentado en los principios de lo que Weber ya
había denominado de “ética protestante”. Con esto, pues, el sistema cultura,
sociedad, personalidad sintetizado por Parsons, parecía responder a una
época (local obviamente) de “bienestar” sociocultural advenido en las
postrimerías de la segunda guerra mundial. Con todo y por todo, el enclave del
sistema social Parsonsiano (norteamericano) con su tendencia a la estabilidad
habría de ser vulnerado: por el surgimiento de “conductas desviadas” masivas
que rechazaban fuertemente el funcionamiento de sistema como el “hipismo”; por
las fuertes recesiones económicas de fin de siglo, o por movimientos
ideológicos contradictores del sistema modelo (aunque Parsons alcanza a anotar
que una de las posibilidades de modificar estructuralmente un sistema social,
reside en la incursión de elementos desestabilizantes ajenos al mismo).
[1] TELLEZ, GUSTAVO. Pierre Bourdieu, Conceptos Básicos y Construcción
Socioeducativa. UPN Edit. Bogotá, 2002.
[3] Temas como el de los “movimientos sociales” o el de las llamadas “culturas
emergentes”, han tomado bastante fuerza dentro de los desarrollos teóricos de
la Sociología actual, precisamente por el hecho de tratarse de grupos menores
(en términos de compararse frente a la sociedad en su totalidad) con nuevas
perspectivas frente al funcionamiento de la sociedad como un TODO que los
alberga, y han conseguido importantes cambios en la reorientación o
reestructuración de los sistemas o, por lo menos, de algunos de sus componentes
(véase, por ejemplo, el movimiento Hippie, o más próximo aún, los movimientos
indígenas colombianos).
[4] Por lo menos en sociedades donde la “familia nuclear” no sea el fundamento
básico de la sociedad. Queda claro que sobre ello es que descansa la teoría de
la socialización del individuo a través de la familia, y la forma en que Padre
y Madre aportan diferentes elementos al socializando.
[5] Parsons alcanza a aclarar en algún momento, que la modificación en algunas
de las “pautas” de los subsistemas podría modificar la “estructura”
completa del sistema social.
[6] Las revoluciones sociales, los estados dictatoriales, etc. han centrado su
interés en la educación como motor fundamental a partir del cual reproducir sus
ideologías, así como sus necesidades.
[8] Países como Colombia, en los que orientación educativa está guiada cada
vez hacia la instrucción técnica, y en menores proporciones hacia las
humanidades, las posibilidades de internalizar en el individuo un
sentido critico son cada vez mas restringidas: la enseñanza de cátedras como
“democracia” o “derechos humanos”, son prácticamente unilaterales e impositivas
de acuerdo con la permisibilidad de su institucionalización tanto en el ámbito
urbano y rural, así como en el público y el privado. (para el caso, véase por
ejemplo, la forma en que los grupos armados controlan en el sector rural la
aplicación de dichas cátedras).
[9] Aun cuando el problema que anotábamos arriba es que Parsons considera un
tipo ideal de sociedad en la que la “familia nuclear” (padre-madre) es la que
prima como ente socializador. Colombia, por su parte, ha escapado con la
historia a esta consideración.
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